El Océano Austral que rodea la Antártida está a punto de liberar calor almacenado en un ciclo de calentamiento prolongado, lo que podría contrarrestar los esfuerzos humanos por revertir el cambio climático. Nuevos modelos climáticos sugieren que este “eructo térmico” –una oleada repentina de calor procedente de las reservas oceánicas profundas– podría persistir durante más de un siglo, incluso cuando las emisiones globales disminuyan. El fenómeno pone de relieve las respuestas complejas y retrasadas dentro del sistema climático de la Tierra.
El océano como disipador de calor
Desde la Revolución Industrial, el océano ha absorbido más del 90% del exceso de calor generado por la actividad humana, junto con una cuarta parte de todas las emisiones de CO2. El Océano Austral, en particular, contiene aproximadamente el 80% del calor total almacenado por todos los océanos. Este calor se ha acumulado durante décadas, pero no puede permanecer indefinidamente. A medida que las temperaturas globales se estabilicen y eventualmente disminuyan debido a la reducción de emisiones, el océano inevitablemente devolverá esta energía a la atmósfera.
Modelando el “Eructo”
Los investigadores predicen que a medida que la humanidad pase a tener emisiones netas negativas (eliminando activamente el CO2 de la atmósfera), el Océano Austral se desestabilizará. Las aguas superficiales más frías y saladas taparán las corrientes profundas más cálidas, creando una columna de agua inestable. Esto desencadenará una convección profunda, liberando efectivamente el calor almacenado de una manera similar a las actuales tasas de calentamiento antropogénico. El proceso no está garantizado, pero representa un resultado plausible basado en los modelos climáticos actuales.
Por qué esto es importante
La inercia térmica del Océano Austral introduce un retraso crítico en la respuesta climática. Incluso con reducciones agresivas de las emisiones, la liberación de calor del océano podría contrarrestar el progreso durante más de un siglo. Esto refuerza la urgencia de minimizar la contaminación actual, ya que retrasar la acción sólo aumenta la magnitud de los desafíos futuros.
La atmósfera más clara del hemisferio sur –menos contaminada por aerosoles industriales– exacerba el problema. Estos aerosoles reflejan la luz solar, proporcionando un efecto refrescante menor que es menos pronunciado en el hemisferio sur. Sin este contrapeso, la liberación de calor del océano tendrá un mayor impacto.
El camino a seguir
Si bien este modelo predice un eructo térmico incluso en un escenario con emisiones netas negativas, reducir la contaminación actual sigue siendo primordial. Cuanto más rápida sea la transición de la humanidad hacia los combustibles fósiles, menos CO2 será necesario eliminar en el futuro. Como enfatiza el oceanógrafo Ric Williams, prevenir las emisiones es mucho más eficaz que depender únicamente de tecnologías de eliminación de carbono.
En última instancia, el comportamiento del Océano Austral subraya la intrincada interconexión del planeta. Incluso los esfuerzos exitosos de mitigación del clima podrían verse retrasados por la inercia natural de los sistemas de la Tierra, lo que hace que una acción rápida y decisiva sobre las emisiones sea el paso más crucial hacia un futuro estable.
