Durante décadas, los científicos han debatido cómo la materia no viva surgió por primera vez en la Tierra. La cuestión no es sólo histórica; comprender esta transición podría revelar verdades fundamentales sobre la biología y el universo mismo. Investigaciones recientes sugieren un candidato improbable para el catalizador de la vida: los priones, las infames proteínas relacionadas con enfermedades neurodegenerativas mortales.
La teoría principal se ha centrado durante mucho tiempo en el ARN, primo del ADN, debido a su capacidad de autorreplicarse. Pero el ARN es frágil, lo que hace improbable su supervivencia en las duras condiciones de la Tierra primitiva. Las proteínas, aunque estables, carecen de la capacidad de reproducirse de forma independiente. Los priones, sin embargo, evitan esta paradoja.
Los priones son proteínas mal plegadas que pueden provocar que otras proteínas adopten la misma forma anormal. Este comportamiento autorreplicante, alguna vez visto como puramente patológico, podría haber sido la primera forma de herencia molecular. El proceso implica que las proteínas se pliegan en formas estables solo cuando interactúan con copias idénticas, creando cadenas autosostenidas. Estas cadenas, o fibrillas, son notablemente resistentes y sobreviven a condiciones extremas como las que se encuentran en los respiraderos hidrotermales o las fuentes termales, lugares donde probablemente se originó la vida.
Los experimentos confirman que las fibrillas de proteínas formadas espontáneamente pueden actuar como enzimas, catalizando reacciones bioquímicas esenciales. Esto significa que es posible que la vida temprana no haya necesitado ARN en absoluto. En cambio, podría haber surgido un “mundo de proteínas”, donde las proteínas autorreplicantes impulsaran el metabolismo y la evolución. Durante millones de años, este ecosistema proteico diverso podría haber sentado las bases para el primer organismo unicelular, el Último Ancestro Común Universal (LUCA).
El descubrimiento de que las proteínas similares a los priones no son sólo agentes de enfermedades, sino componentes fundamentales de procesos biológicos, está remodelando nuestra comprensión de los orígenes de la vida. Están presentes en organismos desde bacterias hasta mamíferos y desempeñan funciones en la inmunidad, la memoria y la adaptación.
Esta investigación no significa que los priones causaron la vida, sino que sus propiedades únicas de autorreplicación pueden haber sido el eslabón perdido entre la química y la biología. Si se confirma, este cambio de paradigma reescribiría los libros de texto y redefiniría nuestra búsqueda de vida más allá de la Tierra. La idea de que las proteínas mortales contienen el secreto del comienzo de la vida es un crudo recordatorio de que incluso las fuerzas más destructivas pueden desempeñar un papel constructivo en el gran diseño del universo.
