La ciencia de las cosquillas: por qué los humanos (y los animales) se ríen bajo presión

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Los científicos están explorando la peculiar experiencia humana de las cosquillas, no mediante bromas casuales, sino mediante experimentos rigurosos. En el laboratorio de Toque y Cosquillas de la Universidad de Radboud en los Países Bajos, un robot hace cosquillas sistemáticamente a los voluntarios, mientras los investigadores monitorean la actividad cerebral, la frecuencia cardíaca y las respuestas fisiológicas. Esto no es mera diversión; es una inmersión profunda en por qué tenemos cosquillas, qué nos dice esto sobre el placer y el dolor, y si este comportamiento extraño tiene un propósito. Las respuestas podrían remodelar nuestra comprensión del desarrollo neuronal, las condiciones psiquiátricas y cómo percibimos la realidad.

Por qué las cosquillas son más importantes que la risa

La pregunta central que impulsa esta investigación es engañosamente simple: ¿por qué nos reímos cuando alguien (o un robot) pincha inesperadamente nuestra piel? La respuesta no es obvia. La sensación requiere una sincronización e intensidad precisas, ya que los EEG preliminares muestran una actividad cerebral distinta durante las sensaciones de cosquillas. Pero más allá de la respuesta física, las cosquillas revelan algo fundamental sobre cómo nuestro cerebro procesa la predicción y la sorpresa.

¿Por qué es esto importante? Nuestros cerebros predicen constantemente la información sensorial entrante. Cuando esas predicciones se violan, como un toque repentino e inesperado, se desencadena una respuesta única. Este mecanismo se ve alterado en algunas afecciones psiquiátricas, como la esquizofrenia, donde los individuos pueden experimentar sus propios toques como cosquillas más intensas, lo que sugiere una falla en la autopredicción.

La evolución social de las cosquillas

Las cosquillas no son sólo una peculiaridad humana. Las observaciones de bonobos en santuarios de Francia y la República Democrática del Congo muestran una fuerte correlación entre las cosquillas y los vínculos sociales. Los bonobos mayores tienen más probabilidades de iniciar las cosquillas, mientras que los más jóvenes suelen ser los receptores. Esto es paralelo al comportamiento humano, lo que sugiere que las cosquillas evolucionaron como un comportamiento prosocial dirigido a los bebés que fortalece las conexiones entre los individuos.

Las cosquillas están relacionadas con los juegos de pelea. Las acciones que serían agresivas entre extraños se vuelven placenteras cuando se comparten entre personas cercanas, lo que refuerza los vínculos. Incluso las cosquillas no deseadas provocan risa, lo que implica un reflejo fisiológico con profundas raíces evolutivas.

Más allá de los grandes simios: cosquillas en roedores

El enigma se profundiza cuando miramos más allá de los primates. Investigadores de la Universidad de Ámsterdam han descubierto que a los ratones también les gusta que les hagan cosquillas y emiten risas ultrasónicas indetectables para los humanos. Incluso eligen las cosquillas en lugar de escondites seguros, lo que sugiere una respuesta genuinamente placentera.

Esto plantea una pregunta crítica: si los roedores experimentan cosquillas, ¿significa que el comportamiento está más extendido de lo que se pensaba anteriormente? Oostland plantea la hipótesis de que las cosquillas evolucionaron como una forma para que los animales jóvenes se prepararan para entornos impredecibles. El elemento sorpresa de las cosquillas puede entrenar al cerebro para que se adapte a estímulos inesperados, mejorando las posibilidades de supervivencia.

El misterio sin resolver

A pesar de los avances, el objetivo final de las cosquillas sigue siendo difícil de alcanzar. Las teorías van desde el vínculo social y el entrenamiento de defensa hasta un reflejo neuronal fundamental. La realidad es que existen argumentos convincentes en contra de todas las explicaciones. Pero una cosa es segura: las cosquillas son un comportamiento extraño y fascinante que revela aspectos fundamentales de cómo nuestro cerebro percibe el mundo, predice eventos y se conecta con los demás.

En última instancia, ya sea que las cosquillas sean un feliz accidente o una adaptación evolutiva, su estudio continúa arrojando luz sobre el intrincado funcionamiento de nuestras mentes y cuerpos.